Agradable amanecer el que contemplamos hoy con ojos de fe y esperanza. Y disponemos nuestros corazones para escuchar tu palabra. Ayúdanos, Señor, porque necesitamos volver a tomar tu palabra y sentir su sabor dulce y amargo a la vez, experimentar de nuevo que no eres indiferente a nuestra vida.
Tu palabra sabe dulce a quienes la recibimos en el corazón, pero contiene un mensaje amargo cuando es palabra de reclamo o no se recibe en el corazón. Concédenos la gracia en este día para que tu palabra sea divulgada en nuestro corazón, en el corazón de nuestros hermanos que la recibamos con mucha fe, esperanza y mucho amor. Danos la gracia de recordar cada día que somos templo del Espíritu Santo. Perdónanos, porque con frecuencia convertimos nuestros corazones en casas de orgullo y egoísmo más que en hogares de amor y de bondad, donde tú puedes sentirte a gusto. Destruye el templo del pecado en nosotros, arroja toda clase de maldad de nuestros corazones y haznos piedras vivas para nuestros hermanos, para que puedas vivir y reinar por siempre.
Al celebrar en este día a santa Cecilia, una joven noble que asistía todos los días a la misa celebrada por el papa Urbano en las catacumbas de la Va Appia; al ser una mujer muy generosa, siempre a la salida una multitud de pobres la esperaba. Fue prometida a san Valeriano a quien convirtió. En el día de su boda, mientras el Órgano sonaba, ella cantaba en su corazón solamente para el Señor, de ahí viene su patrocinio sobre la música sagrada. Perfecto ejemplo de mujer cristiana, que abrazó la virginidad. Los historiadores datan su martirio entre el año 180 y 350. Su ejemplo y testimonio nos ayuden a vivir la plenitud de tu amor.
Bendiciones abundantes en este día y ojalá recordemos: “La Palabra de Dios es viva, edificante y más afilada que espada de dos filos”. Abrazos y bendiciones. Feliz y santo viernes.
